3008, Extinción

Imagina un mundo deshabitado, destruido y desolado. Imagina por un momento que no existe ninguna persona. No, mejor imagina que sólo existe una persona que está sola y sobrevive como puede. Bienvenido a la Tierra, y a la desolada vida de la única superviviente a una masacre multitudinaria.

Estamos en el año 3008, creo recordar, para mí esos datos ya no tienen sentido, y la humanidad fue destruida hace año y medio por un arma que contenía un peligroso virus, un virus que mutaba y se adaptaba perfectamente a las condiciones del cuerpo humano, y las adaptaciones que habían desarrollado todos y cada uno de ellos para evitar la muerte. Pero el virus pudo dar caza a todos y cada uno de los habitantes de este planeta, todos menos una. Yo.

Quisiera pensar que algún planeta habrá desarrollado la tecnología suficiente para venir y rescatarme, pero aunque hace 200 años que manteníamos comunicación espacial con planetas como Marte, Júpiter o Saturno, el día que uno de los paises más poderosos del planeta lanzó aquel misil contenedor del virus, cerraron las comunicaciones y nos aislaron del resto del universo. Ni siquiera las personas que poseían grandes cantidades de dinero pudieron escapar. La verdad no es una situación agradable, más que nada por la soledad, pero al menos ahora ya no huele a carbón y carne humana quemada.

Os preguntareis cómo sobreviví al virus...es extraño, yo fui la primera infectada, pero mi cuerpo debió mutar junto al virus y no me ha hecho efecto ninguna de las siguientes cepas mutantes del mismo. Probablemente no debería preocuparme, ya que soy la persona superviviente, pero soy la única, y eso me mosquea, quisiera que hubieran sobrevivido algunos más, ¿cómo va a repoblarse el planeta? Aunque hace días que noto una presencia que me sigue, pero es como si no pudiera ver qué o quién es... Mañana, por si acaso saldré armada, es lo que tiene ser la única superviviente, puedes disponer de un arsenal inmenso de todo tipo de armas, aunque antes de la extinción nunca fueron de mi agrado.

Se me olvidó presentarme, soy Eve, aunque no creo que el nombre os importe. Mido aproximadamente un metro setenta y cinco, y tengo una complexión normal, pelo color cobre y ojos de color verde jade. En su día fui la hija de una de las inventoras del virus que estinguió la humanidad, y de un simple profesor de aikido. Pasé mi vida en el continente africano, que dista mucho de ser como era sólo hace 200 años, en el momento en que se descubrió que se recibían mejor las señales espaciales en esa zona, se convirtió en un continente abocado a la autodestrucción como ya lo hicieran países como Estados Unidos, o China en su tiempo. Y al contrario que los niños del resto del mundo, yo me crié entre probetas, pipetas, termómetros y animales de laboratorio, lo peor de todo fueron las pruebas a las que fui sometida cuando me contagié del virus, siendo tan solo una niña de 10 años, creo recordar que también se contagiaron otros niños y niñas hijos de los compañeros de laboratorio de mi madre, pero supongo que no sobrevivieron, ya que no los volví a ver. Así que de momento sólo existo yo en este planeta, bueno yo, los animales que pudieron sobrevivir alimentándose de los restos humanos, es decir, casi todas las especies que los humanos dejamos con vida antes de casi destruir el planeta extinguiendo millones de especies, y esa maldita presencia desconocida.

Llevo una semana creyendo estar acompañada, pero al mirar alrededor sólo veo animales, y los restos materiales de la masacre. Parece que lo que sea o quien sea sabe esconderse muy bien. Últimamente me levanto con náuseas, y cuando huelo algo fuerte me mareo, pero supongo que será porque mis sentidos se han agudizado, como diría mi madre, "adaptación". Pues si pudiera hablar ocn algún científico le acabaría gritando que a la mierda estas adaptaciones, que prefiero seguir levantándome como antes, sin náuseas ni vómitos...

Llevo una semana que la leona que habitaba con sus cachorros en la misma calle que yo me mira y se acerca a olerme sin ningún atisbo de fiereza, los leoncitos se me suben a las rodillas y buscan el calor de mi pecho. Jamás, si no hubiera leído la historia de los fundadores de una ciudad antigua llamada Roma, acogidos por una loba y criados por ella, me hubiera creído capaz de acercarme a esos animales que en mi infancia protagonizaron tantas de mis pesadillas.

Parece ser que me han aceptado como una más de su manada, pero es un poco extraño, intentan comunicarse mediante gruñidos y rugidos, pero no parecen surgir efecto, ni siquiera con las nuevas adaptaciones al medio natural... La primera vez que escuché rugir a Dana, que así he llamado a la leona, me asusté tanto que me caí al suelo y noo pude levantarme, pero ella con dulzura se acercó y me ayudó a levantarme, dado que los cachorros agacharon las orejas y se acercaron a ella, supuse que les estaría riñendo por algo, que situación más típica en una familia, ¿no?