Diosa Asesina Solitaria

Se había criado sola, era lo único que podía recordar, a parte de que se había levantado un ocaso de 1989 y había salido a cazar. A ello dedicó sus noches, a perfeccionar su arte de la caza y de dar muerte.

Existen tres tipos de vampiros, los que se alimentan de animales, pues repudian su naturaleza vampírica; los que juegan con la comida, es decir, aquellos que prefieren tratar con los humanos antes de absorber su esencia vital junto con su sangre; y aquellos, como ella, que simplemente se alimentan. No le gustaba la muerte inocente, por lo que simplemente tomaba un pequeño sorbo de aquellos humanos que creía más indicados, las únicas muertes que podrían ensuciar sus manos eran las de aquellos asesinos, que se ensuciaban a su vez las manos con la sangre de otras personas.

Había tratado con humanos, de hecho su propio nombre, "Luna" se lo había dado un humano. "Resplandeces igual que la luna, así que a partir de hoy te llamaré así, ya que no recuerdas tu nombre real". Aquel era le único humano con el que había intimado, puesto que su intimidad con él, lo había llevado a la muerte. La desesperación de otro vampiro que rivalizaba con ella por la caza, al ver que conservaba un humano vivo dentro de sus dominios, le llevó a asesinar a Marco de la peor manera posible.

Ella había sentido tanto su pérdida que jamás había vuelto a intimar con nadie, ni siquiera con aquellos compañeros con los que compartía el Don Oscuro. Los seres de su raza se habían convertido para ella en un misterio tanto o más que los humanos, pero seguiría estando sola, pues ese aislamiento le ofrecía el punto de expectación que sólo podría obtener un dios, y dado que al parecer era tan antigua como las pirámides, y su poderes casi ilimitados, podría decirse que así era.

Se encontraba rememorando su vida con Marco, y llorando lágrimas de sangre por los tiempos pasados cuando escuchó una voz.

-Pareces la misma princesa de siempre, pero sin recuerdos, ¿verdad Íone?
-Disculpa-dijo limpiándose las lágrimas que seguían navegando silenciosamente por su rostro-, pero no tengo tiempo para perderlo con desconocidos.
-No soy un desconocido, o por lo menos antes no lo era-la tristeza inundó su voz al pronunciar el antes.
-Antes no lo sé, pero ahora sí lo eres, así que te ruego que desaparezcas si no quieres perder tu vida.
-¡Íone!-exclamó y un relámpago cruzó la mente de la vampiro al escucharlo-. Necesito que recuerdes, te he echado de menos.

Luna observó los ojos color miel que la miraban, y descubrió la ausencia de malicia en ellos. El cuerpo musculoso del vampiro que tenía delante, cubierto por una camisa de seda negra y unos pantalones del mismo color, ocultos tras una gabardina color noche, se le acercaba lentamente a la vez que en silencio. Ella no quiso reaccionar pues sabía que si llegaba el momento podría deshacerse de él, ella era tan fuerte como el acero. Él levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Luna, ella se dejó hacer, no sentía peligro, y de pronto se encontró rodeada de unos poderosos brazos, ¡la estaba abrazando!

-¿Que haces? Te he dicho que te alejes de mí-susurró la vampiro, aunque había vuelto a llorar sin conocer el motivo de sus lágrimas.
-Te abrazo Íone, porque te quiero y quiero que recuerdes, necesito que me recuerdes.

Ella se separó, observó los ojos anegados en lágrimas rojas que la miraban, y se desmayó.

-...ne...Íone...¡Íone!-no quería despertar, estaba sumida en un sueño profundo y hermoso, pero su instinto vampírico la incitaba a abrir los ojos, pues intuía el peligro del Sol muy cerca. Abrió los ojos y descubrió al vampiro con el rostro congestionado de preocupación.
-Te he dicho que te alejes de mí, no conoces el poder que inunda mis venas, con él podría aplastarte el cráneo mucho antes de que te dieras cuenta...-espetó con odio
-Lo sé, y en estos momentos me da igual, el sol está a punto de salir y podríamos morir los dos.
-Me importa una mierda lo que te pase a ti, pero si te dejara aquí los humanos por la mañana te descubrirían-hizo una pausa, en la que lo observó detenidamente, intentando en vano leer su mente-. No me gustas, pero ven a mi casa, podrás descansar y contarme mañana lo que tenías que decirme.
-Gracias Íone.
-Deja de llamarme así, mi nombre es Luna.
-No, ese el nombre que te puso Marco, pero no tu nombre original-al ver el desconcierto de la vampiro, añadió: Tranquila, te lo explicaré mañana por la noche, ahora apresurémonos está empezando a clarear.

Levantaron el vuelo hacia el oeste, en dirección a la casa de Luna. La mansión estaba situada en lo alto de una colina. Era una mansión moderna, de estilo limpio y de líneas rectas; de color oscuro y con grandes ventanales, algo extraño en la casa de un vampiro. Una vez entraron, Luna lo condujo al sótano donde el desconocido encontró una habitación exquisitamente preparada. Un ataúd de ébano, decorado con teca plateada, presidía el centro de la sala, al fondo se encontraba un diván de la más pura seda de color negro, y el resto de paredes estaban recubiertas de estanterías donde se podían encontrar desde libros hasta una muy bien disimulada mesa con un ordenador de última tecnología.

-Veo que no has perdido el interés por las modernidades-dijo con una sonrisa seductora en su bello rostro masculino.
-Acuéstate y mañana hablaremos de todo lo que tengas que hablar-dijo ella despectivamente, no le gustaban los secretos y mucho menos los relacionados con ella, o su vida pasada, desconocida para ella. Salió de la habitación dejando al bello desconocido con una cara de sorpresa mezclada con decepción que dio paso a una serie de carcajadas.
-No cambiarás nunca Princesa de la Noche.